Me fui de viaje y me cayó un 20, de esos pesados que resuenan en cuanto caen y que golpean fuerte fuerte.
Yo creí durante muchos años de mi vida que había nacido en el seno de una familia privilegiada y adinerada. Eso creía o eso me hicieron creer. Y hoy a mis casi 30 años me doy cuenta de que no. Ojo, en ningún momento estoy hablando de extremos… sino más del concepto de la riqueza y la competencia dentro de esta misma.
De chica pensaba que eramos de la clase A. Sí, así como en la escuela te enseñan que hay niveles socioeconómicos a,b,c. Yo pensaba que yo era de la A. Mi mente y pensamiento reducidos querían crear del problema más grande de la humanidad una conclusión básica y simplista: Los c no tienen dinero ni para comer, los b les cuesta un poco de trabajo vivir y andan en transporte público y los A somos los privilegiados. Viví hasta mi adolescencia con ese pensamiento. Yo creía que era normal subirse a un avión, ir de vacaciones, comprar todo lo que uno quería, tener chofer y muchacha, ir a una escuela privada, etc. Mi mundo era chiquitito y cubierto por una burbuja.
Algunos años después ese mundo creció un poquito y a la burbuja le entró un poco más de aire. Me enfrenté ante una realidad ajena a todo lo que yo conocía. Ante un papá débil, sin dinero y una responsabilidad encima.
Hoy, 10 años después de ese respirón creo que ha entrado un poco más de aire, la niña se ha hecho no tan niña y el mundo se ha hecho un poco menos chico. Pero creo que nunca, por lo años que dure, me dejaré de sorprender y me dejarán de caer 20s. Osea que uno siempre tendrá la oportunidad de aprender…
El 20 que me cayó tiene que ver con lo insignificante que soy en el tema económico.
Me sorprendió en este último viaje las casas, los tamaños, los lugares, el derroche de dinero, los coches y un comentario que me dijeron “Existen millones de personas con millones de dólares”. Zaz! Cada vez me hacía más chiquia… y no por nada sino porque en mi muy egocéntrico punto de vista me creía no sólo privilegiada sino hasta un punto ambiciosa y por ende “orgullosa” de lo que he hecho. Y ese comentario por unos segundos me hizo sentir chinche. Pero qué bueno!!!
Esta bien darse cuenta que uno es privilegiado pero no por eso le tiene que entrar a la competencia que seguramente nunca termina. Hay gente privilegiada porque con lo que tiene es feliz y no quiere más. Yo llevo muchos años tratando de entrarle a una competencia que además nunca voy a ganar. Ganaré el día que me sienta a gusto con lo que tenga y sepa que soy privilegiada por muchas más cosas que por la cantidad de pesos en mi cuenta de ahorro sino por besos, abrazos, buenas pláticas, la capacidad de disfrutar, etc.