Hemos sido educados bajo el concepto de la justificación. Siempre, desde chicos hemos aprendido a justificarnos; desde un pequeño retraso de tiempo hasta la imposibilidad de haber hecho lo que teníamos que hacer.
Triste pero cierto. No somos capaces de decir la verdad ni de actuar en base al valor que tiene nuestra propia voz. Y por esa poca consciencia hemos conseguido que nuestra voz no valga, que lo que digamos sea una posibilidad no una realidad y que cuando escuchamos a alguien decir algo siempre cabe la inmensa posibilidad de que no pase.
Todavía peor es que hemos utilizado la conocida creatividad del mexicano se han instaurado justificaciones y pretextos según el área de expertice.
Me dedico a la publicidad y mis pretextos se relacionan al arte; he utilizado desde que no hemos podido decidir entre cuál de las fabulosas ideas para presentar y por eso no estamos listos a tiempo cuando la realidad es que ni siquiera habíamos empezado hasta el típico retraso debido al tráfico insoportable de esta ciudad, pretexto utilizado por muchos.
El carpintero siempre puede utilizar la excusa de que el barniz no se seco por el clima, el diseñador que se fue la luz y se perdieron los archivos, el chef que salió mala la carne, el ingeniero que no fraguó a tiempo el concreto, el arquitecto que los albañiles se emborracharon en la noche, el abogado que en la delegación le detuvieron los papeles más tiempo de lo pensado, la abuelita que se siente mal, el niño que tiene gripa, el deportista que se lesionó, el escritor que la depresión lo dejó sin palabras, el biólogo que el microscopio no funcionó, la mamá que un hijo le impidió llegar a tiempo por el otro, el papá que tiene mucho trabajo, el actor que tuvo llamado, y así, miles y miles de justificaciones.
Qué asco. Por qué no podemos aprender a ser netos, sinceros, a decir el por qué sí o por qué no pudimos o no hacer algo.
Es de los mejores posts que has escrito.
sociedad autojustificada.