Siempre he creído que mi miedo a la soledad es mucho. Que pocas han sido las veces en mi vida en las que he estado sola y que el día que realmente lo esté me voy a apanicar tanto que probablemente me quede paralizada. Y hoy, después de un rato de estar sola, conmigo misma; con mi cuerpo, mis palabras, mis pensamientos y mi respiración; me doy cuenta de que he estado sola muchas veces.
Porque aunque de chica lloraba en las noches y me salía corriendo a buscar a mi mamá o marcaba a casa de mis abuelos preocupada si mis papás salían a cenar hoy me doy cuenta que convivo mucho conmigo misma y con nadie más. Conforme pasaron los años aprendí a que no pasaba nada si un sábado en la tarde no tenía plan y me dedicaba a hacer mis cosas, pendientes o gustos, aprendí no sólo a no dormir en la cama de mis papás jaja sino a estar días sola de viaje de trabajo o placer, aprendí a no marcarle a nadie aunque estuviera sentada sola en la mesa de un restaurante, aprendí a digerir la cantidad de pensamientos que invaden de vez en cuando mi cabeza para no sumergirme en un vaso de agua con mis problemas; pero sobre todo aprendí a no tenerle tanto miedo a la soledad y hasta incluso disfrutarla de vez en cuando.
Lo único que creo hoy me hace falta aprender es a aceptar esa soledad que a veces me acompaña, a no sentirme mal si no tengo plan, si estoy comiendo sola o si me quiero dar una tarde solo para mi.
Hoy me doy cuenta que a lo que le tengo miedo no es a la soledad en sí, sino a un día saberme tan sola que no tenga a nadie que me acompañe por un rato… más bien, le tengo miedo al abandono …